¿Cómo salimos de Guatepeor?

La pandemia está provocando un shock recesivo inédito a escala global, cuya magnitud y persistencia en el tiempo es incierta y dependerá, en la medida en que no exista un tratamiento eficaz del virus, de la capacidad de los países de administrar esta compleja situación. La primera economía en caer en desgracia ha sido China, con una contracción del PBI real del 6,8% interanual en el primer trimestre del año.

La reacción de todos los países del mundo ha sido impulsar políticas fiscales y monetarias emergenciales fuertemente expansivas, en muchos casos acompañadas de políticas de fuertes controles e intervenciones estatales con el objetivo de atenuar los daños que se están produciendo. Alemania ha puesto sobre la mesa un paquete fiscal de 4,9% del PBI y un fondo de garantías para préstamos equivalente a 23% del PBI.

Los efectos macroeconómicos son claros. Primero, un shock de oferta que provoca una retracción repentina de la producción, ya que la mayoría de los trabadores se recluye en sus hogares. Esta reclusión, junto con las restricciones impuestas a los sectores productores de bienes no esenciales de la economía -que representan aproximadamente el 60/70%-, provocan un derrumbe de la actividad económica y contraen el nivel de empleo, los ingresos y la actividad financiera.

Segundo, el consecuente shock de demanda que se produce provoca una retracción brusca del gasto de consumo e inversión de las familias y empresas, que convalida y agrava el efecto recesivo del shock de oferta. El incremento de la incertidumbre, junto con la caída de ingresos y el aumento de la inseguridad laboral, provocan una disminución del gasto, priorizando la compra de bienes esenciales, principalmente de los sectores cuyos ingresos dependen de la venta de bienes no esenciales que, en el extremo, pasan a financiar sus gastos con desahorro.

Tercero, el incremento de la incertidumbre y la percepción de insolvencia provocan un derrumbe de la demanda de activos. Esto retrae la oferta de crédito hacia los sectores percibidos menos solventes y la vuelca hacia aquellos percibidos solventes y/o el dólar, agravando el cuadro recesivo existente.

Sin reacción del Estado, conforme se fueran agotando los ahorros del sector no esencial, a la caída de la demanda de bienes no esenciales se le sumaría una caída de la demanda de bienes esenciales del sector no esencial. Con ello, la actividad económica continuaría comprimiéndose hasta, en el caso límite, quedar operando sólo el sector de bienes esenciales. haciendo que la crisis económica derive en una crisis social.

Políticas emergenciales clave inicial

En este marco, las políticas de apoyo emergencial de auxilio a sectores vulnerables y de sostenimiento del empleo y empresas -fundamentalmente del sector no esencial- resultan claves para morigerar los efectos de la pandemia, tal como analizamos en el apartado de actividad económica. Además, también resultan vitales para evitar que colapse el sistema económico, y evitar así una destrucción masiva del stock de capital económico y social -hoy parado- del país, lo que resulta necesario para la posterior normalización de la economía.

En los países donde funciona el sistema financiero y donde los Estados son solventes, los Gobiernos tienen una gran capacidad de intervención. Como son percibidos solventes tienen financiamiento, y eso les brinda la capacidad para captar los excesos de ahorro y canalizarlos hacia los sectores donde se necesitan aplicar los recursos, lo cual no sucedería sin intervención estatal.

Argentina, sin embargo, no es país normal. Somos un país bimonetario, en el que en la práctica el dólar es la moneda de reserva de valor. A esto se suma que la pandemia nos encuentra en una situación de elevada vulnerabilidad económica y financiera, con una estanflación que ya acumula casi 10 años, sin crédito externo y una deuda pública en virtual default, lo cual torna más difícil impulsar políticas expansivas sin producir efectos no deseados.

La decisión del Gobierno de impulsar un programa de expansión muy amplio, que al momento suma alrededor de 4/5% del PBI, podría hacer que el déficit fiscal primario supere el 10% del PBI en términos mensuales en el segundo trimestre, según analizamos en el apartado fiscal. Este plan implicará una necesidad de financiamiento a gran escala hoy inexistente en el país. Con un Gobierno en virtual default, y al no contar prácticamente con mercado de capitales, nuestro país claramente tendrá un menor espacio para impulsar políticas similares a las que están llevando adelante casi todos los países del mundo. Obtener crédito y recanalizar los excesos de ahorro del sector solvente hacia el insolvente con el Estado intermediando como garante en una situación de virtual default, será extremadamente complejo.

La política emergencial del Gobierno, de financiamiento monetario de la política fiscal expansiva y la de crédito expansiva, muestra señales de agotamiento desde mediados de abril, lo que se percibe en la pérdida de reservas del BCRA, en el incremento de la brecha cambiaria, y en la creciente implantación de controles en el mercado de cambios, como analizaremos en el apartado monetario.

La (inevitable) necesidad de seguir manteniendo políticas fiscales y crediticias fuertemente expansivas en el actual contexto implicará un desafío enorme, que requerirá de una notable prudencia y sabiduría para evitar que a la pandemia se le sume una nueva crisis económica y financiera.

 

Hernán Hirsch
mayo 11 de 2020