La clave del mes han sido las turbulencias cambiarias vividas, derivadas de un brusco cambio en la situación financiera internacional (suba de la tasa de interés de largo plazo implícita en los Bonos del Tesoro de los Estados Unidos a 10 años y la consecuente fortaleza del dólar), sumado a la inestabilidad política en Brasil y a la reaparición de dudas acerca de la gobernabilidad en la Argentina, frente a disidencias internas en la coalición gobernante y el fin (al menos por ahora) de la colaboración del llamado “peronismo racional” en el Congreso.
La suma de estos factores llevó a un freno de los flujos de financiamiento hacia la Argentina y pérdida de reservas, en el intento por evitar un salto brusco y disruptivo en el precio del dólar y, finalmente, la decisión de solicitar un crédito condicional al FMI.
Dicho crédito, de concretarse como está previsto, requerirá de un mayor ajuste fiscal que el que prometía el gradualismo, y un tipo de cambio real mayor al de los últimos meses. De ser exitoso para recuperar credibilidad, la eventual caída del nivel de actividad podría transformarse sólo en menor crecimiento. Se verá.