Inflación con menos anclas

En informes anteriores señalábamos: “Si, tal como parece, el Gobierno mantiene la política de ancla cambiaria y tarifaria y endurece la política de control de precios hasta las elecciones, es probable que la tasa de inflación se estabilice en los actuales niveles e incluso veamos alguna reducción en los próximos meses.”

En mayo, la tasa de inflación se ubicó en 3,3% mensual y mostró una reducción no menor con relación a abril (4,1%), registrando así un segundo mes de caída consecutiva luego del máximo relativo alcanzado en marzo (4,8%), tal como se puede observar en el gráfico adjunto.

Esta reciente reducción de la tasa de inflación respondió fundamentalmente a dos conjuntos de factores. En primer lugar, a la estabilización de los precios internacionales de los productos que exporta el país, como alimentos. Éstos, que aumentaron a un ritmo promedio mensual en dólares del 6,4% entre septiembre 2020 y febrero 2021, luego se moderaron y crecieron a una velocidad del 2,2% mensual. O sea, en términos inflacionarios, el contexto internacional contribuyó de manera favorable.

Y, en segundo término, a la política desinflacionaria multicausal impulsada por el Gobierno, que incluyó:

  • Una política de ancla cambiaria, reflejada en la decisión de convalidar un menor ritmo de devaluación del peso contra el dólar, que pasó del 3,2% promedio mensual en 2020, al 2,7% en marzo, al 1,8% en abril y al 1,5% en mayo último.
  • Una política de ancla tarifaria, reflejada en la decisión de convalidar incrementos de las tarifas de electricidad y gas del orden del 7 a 9% en lo que va del año.
  • Una política de administración de precios más intensa, donde la canasta de precios relevada por el INDEC con productos bajo el programa de Precios Cuidados pasó de representar el 3% del total de los productos relevados en el último trimestre de 2020 al 5,24% en mayo último. A esto se suma la creación del programa “Súper Cerca”.
  • Una política salarial donde inicialmente se convalidaron incrementos alineados con la pauta inflacionaria presupuestaria del 29% anual.
  • Una moderación de la política fiscal y monetaria reflejada en un menor ritmo de expansión del gasto primario y un menor financiamiento monetario del fisco.

Sin embargo, a pesar de esta reducción mensual de la tasa de inflación, en términos interanuales la inflación continuó aumentando. En mayo se ubicó en 48,8% a/a, exhibiendo un incremento sustancial respecto del “piso” verificado en noviembre último (35,8% a/a), con los precios domésticos yendo a un ritmo anualizado del 60% en los primeros cinco meses del año.

¿Y ahora qué?

Partiendo de un escenario pre-electoral que arranca con una tasa de inflación que está viajando a una velocidad anualizada del 60% en lo que va del año, el objetivo del Gobierno de llegar a las elecciones con un empuje de demanda traccionado por una mejora de los salarios reales (promesa electoral) luce inconsistente con un escenario de desaceleración de precios sostenible hacia delante.

En este contexto, la decisión política por obtener un resultado electoral favorable muy probablemente haga que el Gobierno apunte a resolver esta inconsistencia de política económica forzando el uso del resto de las anclas antinflacionarias ya aplicadas. En la práctica, esto implicaría más ancla cambiaria (más apreciación cambiaria, más pérdida de competitividad y más presión cambiaria), más ancla tarifaria (más subsidios económicos y más déficit fiscal, y más importaciones y más deterioro de las cuentas externas), y más ancla vía administración de precios (más represión de precios). De este modo es probable que el Gobierno logre mantener la tasa de inflación en niveles “relativamente contenidos” en el corto plazo, aunque paralelamente se estarán generando nuevos desequilibrios que no hacen sostenible en el tiempo esta reducción de la tasa de inflación ni la continuidad de la política económica. Es probable -pero cada vez menos seguro- que luego de las elecciones todavía exista tiempo de “enderezar el barco” en forma razonablemente ordenada. En este caso, la prudencia macroeconómica sugiere que no es conveniente procrastinar y asumir riesgos elevados y crecientes en el tiempo.