Señales de recuperación tras la segunda ola

Los datos recientes de actividad son consistentes con un repunte a partir de junio, que se estaría prolongando a julio, luego de la segunda contracción del nivel de actividad que se produjo por el impacto de la segunda ola y cierto agotamiento de la dinámica de recuperación de la economía luego del primer impacto de la pandemia.

En junio, el mapa de seguimiento de la actividad económica se tornó más verde que rojo, tal como puede observarse en el cuadro adjunto. El 78% de los indicadores adelantados relevados registró un crecimiento respecto del mes anterior ajustado por estacionalidad. Un valor por encima del 50% del porcentaje de alzas suele estar asociado a un crecimiento positivo mensual del proxy del PBI (el EMAE, del INDEC).

Mapa de Actividad Económica: Indicados adelantados

Datos ajustados por estacionalidad

El índice de movilidad de Google se incrementó 9,9% en junio con relación al mes anterior, como consecuencia de las menores restricciones impuestas por el Gobierno. Estas menores restricciones provocaron una descompresión de la actividad económica tanto del lado de la demanda como de la oferta, reflejando represión de ambos lados. Las ventas minoristas CAME crecieron un 3,0% mensual, y los patentamientos de autos y motos también aumentaron (115,6% y 78,3%, respectivamente). La producción de autos trepó 25,5% y los despachos de cementos al mercado interno subieron 8,3%.

Esta descompresión del nivel de actividad económica en junio, sin embargo, no implica que la mejora haya sido total y generalizada. Con las restricciones existentes a la movilidad y la elevada incertidumbre (micro) sobre el impacto del virus, todo hace prever que: (i) continúan existiendo sectores económicos operando muy por debajo de sus niveles previos a la pandemia; (ii) el gasto continúa deprimido y siendo muy moderado en ciertos servicios (por las restricciones existentes); y (iii) la tasa de ahorro de las familias continúa siendo más elevada a su nivel pre-pandemia.

En una primera estimación, el nivel de actividad en junio habría crecido en torno al 1,8% mensual ajustada por estacionalidad, tras registrar una caída del 1,6% en mayo. De modo que el proxy del PBI se estaría ubicando 3,1% por debajo del nivel previo a la pandemia.

Recuperación con acelerador electoral

La firme decisión política del Gobierno de lograr un resultado electoral favorable hace prever el fin de la moderación de los primeros meses del año y el impulso de una política económica más expansiva que apunte a lograr una mejora del salario real que haga que la economía llegue con más dinamismo a las elecciones.

Con políticas fiscales, monetarias y de ingresos aún más expansivas en los próximos meses, todo hace prever que, de no mediar un freno sanitario, se prolongue el reciente repunte del nivel de actividad liderado por demanda, pero traccionado fundamentalmente por una mejora de los salarios reales. Sin embargo, la posibilidad de que este incipiente repunte se traduzca en una recuperación sostenida luce todavía muy incierta e improbable.

En primer lugar, porque la actual dinámica de recuperación es de patas cortas. Se basa en inyectar dinero en el “bolsillo de la gente” y en un tímido desconfinamiento. O sea, en empujar la demanda doméstica manteniendo la oferta parcialmente restringida. Naturalmente, esta combinación de demanda y oferta limitada sesga la dinámica de recuperación hacia un exceso de demanda sobre la producción con dos efectos no deseados: más demanda de importaciones (restringidos) y más incremento de las presiones inflacionarias (restringidos).

Y, en segundo término, porque la actual dinámica de recuperación está sustentada sobre dos dinámicas no sostenibles en el tiempo: un persistente deterioro de los precios relativos y una prima de riesgo país en torno a los 1.600 bp. En particular, no luce sostenible una dinámica de precios de bienes “libres” creciendo por encima del 60% y salarios al 40% pero acelerándose hacia el 50%, con tipo de cambio oficial al 29% y tarifas al 7/9%.