La política fiscal y el shock del coronavirus

Las cuentas fiscales de marzo, que incorporan sólo parcialmente los efectos de la pandemia, muestran que en pocos meses la política fiscal ingresó en una tercera fase. En pocos meses, pasó de un modo súper-contractivo a otro ultra-expansivo, como resultado de la necesidad (inevitable) de impulsar un conjunto de políticas emergenciales que demandarán una gran cantidad de recursos y financiamiento para paliar los efectos del coronavirus.

Desde el año 2017, la política fiscal tuvo tres etapas:

  • Modo súper-contractivo durante la gestión del expresidente Mauricio Macri, donde el déficit primario disminuyó de 4,0% a 0,4% del PBI entre 2017 y 2019, con el gasto primario creciendo por debajo de los ingresos con el propósito de lograr un superávit primario y recuperar el acceso al mercado de deuda.
  • Modo expansivo en el inicio de la administración del presidente Alberto Fernández, quién impulsó un incremento de la presión impositiva y una reestructuración de la deuda pública para impulsar un aumento moderado del gasto público, convalidando un incremento del déficit primario a 1/1,5% del PBI en 2020, donde en el primer bimestre del año el gasto primario creció por encima de los ingresos (51,0% versus 38,6% a/a). Ver siguiente cuadro.
  • Modo ultra-expansivo en el tercer mes de la gestión de Fernández, donde el gasto primario explotó al crecer 70,0% a/a, frente a ingresos que se desaceleraban respecto de los primeros dos meses del año (30,7% a/a). Esto hizo que el déficit fiscal trepara a niveles de $166.000 millones en marzo, déficit que tuvo que ser financiado con emisión monetaria del ($187.000 millones), con el consecuente impacto posterior no deseado sobre la brecha cambiaria.El programa del Gobierno, que se articulaba sobre la decisión de “encender la economía” recuperando “espacio fiscal” con un aumento de impuestos y una reestructuración de la deuda pública para poder expandir el gasto público, a partir de la pandemia claramente cambió. Dada la lógica del Gobierno, la política fiscal será aún más expansiva, y la necesidad de contar con amplitud fiscal dejará menos espacio para reestructurar la deuda pública.

 

La política fiscal emergencial

El Gobierno anunció un paquete de estímulo fiscal del orden de los $628.000 millones, tal como se puede observar en el cuadro adjunto elaborado sobre la base de estimaciones de la Oficina de Presupuesto del Congreso. El paquete incluye el Ingreso Familiar de Emergencia, asistencia a las Provincias, el Salario Complementario para trabajadores en relación de dependencia, y la rebaja de las contribuciones patronales y la postergación de su pago, entre otras medidas.

Como con estos grandes anuncios se podría redondear un estímulo fiscal del orden de los $300.000 millones mensuales, la continuidad de esta política de estímulo a lo largo del segundo trimestre hace prever un déficit primario que será muy elevado en términos históricos. En abril, y especialmente en mayo y junio, las cuentas fiscales mostrarán un crecimiento del gasto primario sustancialmente mayor al observado en marzo (superando el 100% a/a) y un déficit primario todavía más grande, que en términos del producto estará ubicándose por encima del 10%.

Naturalmente, esta situación le impondrá al Gobierno el desafío sobre cómo financiar este desequilibrio sin agravar los problemas recesivos que está provocando el coronavirus y el probable default de la deuda.

La aparente decisión del Gobierno de tratar de hacerse de parte del exceso de liquidez de los bancos en el BCRA (Leliqs y/o Pases) colocando deuda en el sistema bancario, no evitará la necesidad de emitir para financiar al fisco. Los bancos le prestarán al fisco con pesos que obtendrán de la desinversión en Leliqs del BCRA, emisión monetaria que continuará alimentando el crecimiento de los agregados monetarios. Las opciones son extremadamente acotadas.